Dios nos concede la capacidad de perdonar a nuestra familia

Base Bíblica: 1 Juan 4:7, 8; Mateo 5:23-25; Proverbios 4:23; Jeremías 17:9.

Introducción:

Nuestras vidas se ven duramente golpeadas por la falta de perdón. Lo grave del asunto es que el primer círculo que se ve afectado con esta actitud, es la familia. Herimos sin proponérnoslo o quizá deliberadamente a nuestro cónyuge e hijos. Y en muchos casos, esas heridas permanecen en el tiempo y amenazan con agigantarse. No obstante, por encima de cualquier argumentación, no podemos ni hoy ni nunca perder de vista el hecho de que Dios nos ama, el amor es Su naturaleza y Él nos invita a amar y perdonar (Cf, 1 Juan 4:7, 8)

I.- La falta de perdón destruye nuestra vida personal, espiritual y familia

1.- La falta perdón levanta una enorme barrera en la relación familiar que se agiganta con el paso del tiempo.

2.- La falta de perdón afecta nuestra relación con Dios (Mateo 5:23-25)

a.- Es esencial que evaluemos nuestro corazón. ¿Hay alguien en casa contra quien guardamos algo en contra? Hoy es el día para perdonar.

b.- La mejor adoración a Dios la presentamos cuando hay paz interior y perdonamos a los miembros de nuestra familia y a quienes nos rodean.

3.- Es importante guardar nuestro corazón para no anidar falta de perdón (Proverbios 4:23)

a.- Muchas veces odiamos sin darnos cuenta, incluso a miembros de nuestra familia (Jeremías 17:9)

b.- Si encontramos que hay emociones negativas tomando fuerza en nuestra vida, debemos invocar el poder de Dios para perdonar.

c.- Si perdonamos, somos libres y alcanzamos verdadera paz interior.

4.- El enemigo nos alimenta a odiar, Dios nos llama a perdonar (Cf. Juan 10:10)

II.- Si le pedimos a Dios la fortaleza, nos guía en el proceso de perdonar y de sanidad interior

1.- El propósito eterno de Dios, quien perdonó nuestros pecados por la obra del Señor Jesús, es que nosotros también perdonemos a nuestra familia (Efesios 4:32)

a.- El mayor ejemplo de perdón nos lo brindó nuestro amado Dios y Padre en la obra redentora del Señor Jesús.

b.- Si Dios nos perdonó, espera que perdonemos a nuestro cónyuge e hijos.

2.- Con el poder de Dios no hay ofensa que no podamos perdonar (1 Timoteo 1:7)

a.- Si vamos a Dios en busca de fortaleza, no hay situación por destructiva y dañina que nos hayan provocado, que no podamos perdonar.

b.- No luche en sus fuerzas para perdonar. Pídale al Señor que tome control de sus emociones para que alcance la sanidad interior que tanto necesita.

3.- Dios no concibe que guardemos rencor en el corazón (Levítico 19:18)

a.- Dios es amor. Esa es Su naturaleza. Nos amó hasta el punto de perdonar todas nuestras trasgresiones.

b.- Nuestro mayor compromiso es perdonar, comenzando por nuestra familia.

c.- Solo cuando perdonamos, estamos verdaderamente en la voluntad de Dios.

III.- Cuando perdonamos, iniciamos la maravillosa experiencia de dar y recibir amor de nuestra familia

1.- Perdonar nos ayuda a cultivar el amor (Cf. Proverbios 17:9)

a.- Eliminar el rencor de nuestra vida, nos permite amar verdaderamente.

b.- Si deseamos cambiar el curso en la historia de nuestra familia, es necesario reconocer que el perdón juega un papel importante en todo el proceso.

c.- Perdonamos no en nuestras fuerzas sino en el poder de Dios, quien nos acompaña en cada paso.

2.- El Señor Jesús nos enseñó que no hay límites para el perdón (Mateo 18:21, 22)

a.- Dios nos ama y desea que aprendamos a amar, y de la mano con ese amor, dispongamos nuestro corazón para perdonar.

b.- Hoy es el día para dar ese primer paso: perdonar a los miembros de su familia

Conclusión:

La decisión de permitir que en nuestro corazón anide el rencor es suya y mía, Cada quien opta por odiar o perdonar. Reviste singular importancia que revisemos qué tipo de emociones guardamos en nuestra vida.

Cuando optamos por guardar rencor hacia nuestro cónyuge o nuestros hijos, estamos avivando uno de los propósitos de nuestro enemigo satanás. La razón es sencilla: Dios desea que perdonemos, y no que anidemos resentimientos en el corazón. Si perdonamos, alcanzamos la libertad y sanidad interior que siempre hemos anhelado.